Costa Rica, es una nación que se ha forjado creyendo en sus sueños, como lo afirma su Presidenta, señora Laura Chinchilla Miranda, por eso ha sido en las últimas décadas un país destacado en el concierto Latinoamericano y del Caribe, con uno de los mejores Índices de Desarrollo Humano, octavo lugar en la región, que lo ubican como un país con un Desarrollo Humano alto, reducción de la pobreza en cerca de 9 puntos entre 1990 y 2009, tasa de desempleo que no supera un digito, economía integrada en el ámbito global con un PIB per cápita que había crecido cerca del 65% en los últimos diez años, con una Esperanza de Vida general de 79,3 años en el 2010, la más alta en América Latina y que se asemeja a la que tienen la mayoría de los países desarrollados, como de los países con mayor riqueza biológicos en el mundo todo ello en un clima de paz y democracia sin interrupción.
Sin embargo, también es cierto que Costa Rica como el resto de los países de América Latina, aún no supera los problemas de la inequidad y exclusión social, el Coeficiente de Gini se mantiene por sobre el 40%, la desigualdad territorial presiona cada vez la demanda ciudadana por más y mejores servicios, el sistema de saneamiento cubre apenas el 50% en el área Metropolitana, pero solo llega al 25% si se considera todo el país, solo el 4% de las aguas servidas reciben tratamiento antes de llegar a los ríos, hay un inadecuado manejo de los desechos sólidos, persiste la contaminación ambiental, que se hace más evidente con desastres naturales cada vez son más frecuentes, la seguridad ciudadana, hasta ahora ejemplo para el resto de la región, se deteriora rápidamente, con el aumento de la tasa de criminalidad. Lo más preocupante es la tendencia de sus principales indicadores que se han estancado o comienzan a evidenciar cierto deterioro, entre ellos la pobreza, que se ha mantenido alrededor del 20,0% y que se vuelve más aguda en algunas de las regiones del país, especialmente en las regiones Brunca y Chorotega; la tasa de variación anual de PIB en términos constantes, ha sido volátil mostrando una disminución de en -1,3 en el 2009 producto de la crisis después de haber mostrado crecimiento importantes durante el 2007 y 2008; el déficit del sector público consolidado lejos de registrar una recuperación aumentó hasta llegar al 3,4% del PIB en el 2009, la tasa de desempleo aumento afectando principalmente a la población más pobre, a los jóvenes, las mujeres y a ciertas regiones del país.
En síntesis, Costa Rica puede estar orgullosa de su trayectoria, si se analiza el comportamiento de algunos indicadores en el largo plazo, relacionados especialmente con la salud, educación, ambiente, la diversificación del comercio, la atracción de inversión extranjera y su relativa estabilidad macroeconómica, no obstante, parece haber entrado en un período de freno de su desarrollo. La tendencia de sus indicadores es sintomática de un país que parece haber tocado un techo y requiere un esfuerzo adicional para romper ese límite y seguir avanzando. Las mismas políticas, los mismos incentivos ya no producen el mismo resultado, es necesario visualizar nuevos motores del desarrollo, haciendo partícipes a poblaciones que han estado excluidas en buena medida en la dinámica política, económica, social, ambiental y de toma de decisiones.
¿Es entonces el momento para un nuevo y más grande desafío? Quizá el relato que motivó los logros anteriores se agotó, por eso el freno, el retraso. Es necesario tomar un nuevo impulso que desafíe el coraje y la fuerza de los costarricenses y permita dar ese salto tanto cuantitativo como cualitativo que instale esta nación en el grupo de los países desarrollados. No basta ya con los mapas que se habían trazado, es necesario dibujar unos nuevos rumbos con una mirada larga y ancha con el ojo en el futuro, pero con los pies en el presente.
Sin embargo, el futuro no solo se sueña, se construye, de lo contario se corre el riesgo de generar utopías. Tal como lo planteó la Ministra Laura Alfaro en la presentación del Plan Nacional de Desarrollo 2011-2014 “María Teresa Obregón Zamora”:
“Un ideario sin agenda y sin atribución de responsabilidades y recursos, no se concreta. Una medición que no genere consecuencias, no pasa de una formalidad. Este espacio es oportuno para consensuar los compromisos, que debemos transmitir a toda la base institucional y a la sociedad en general”
Por eso la construcción de una visión compartida de futuro se vislumbra como un buen camino a seguir para reescribir los nuevos mapas, el nuevo correlato del desarrollo en Costa Rica.
La construcción de una visión compartida de futuro es un proceso prospectivo que no solo permite y exige innovar para encontrar las nuevas claves del desarrollo, sino que convoca una participación amplia de actores que promueva nuevos pactos sociales que invitan a la construcción solidaria y comprometida de la sociedad. Lo anterior propicia la sinergia que se requiere para dar este salto de escala hacia un nuevo nivel de desarrollo que contribuya a mejorar las condiciones de vida de la población.
La conformación de una visión país de largo plazo se justifica precisamente cuando no basta proyectar a corto o mediano plazo el comportamiento de unas variables más o menos conocidas, sino cuando la incertidumbre es más amplia y no podemos recurrir a fórmulas conocidas, sino que es preciso idear nuevas fórmulas. Costa Rica parece estar en ese momento.
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